martes, 2 de febrero de 2010

Dama negra...

Sus labios negros, rozados por la muerte, adornan su pálido rostro mientras una lágrima carmesí resbala lentamente por sus desgastadas facciones. Un suspiro gélido de aliento inexistente escapa de sus pulmones, paralizados por el miedo a quedarse sola. Pero ya es tarde, muy tarde. La dama negra se hace con su alma para llevarla a un lugar del que nunca volverá. Un paseo interminable.

Alejandro Palma