domingo, 24 de mayo de 2009

Prefacio: Untitled

Corría sin saber a dónde ir por un largo pasillo de tenue luz, con los sentidos puestos al máximo esperando el menor contacto para hacer reaccionar mi cuerpo, la respiración no me daba a más, los pulmones estaban a punto de estallar. Decidí parar y refugiarme en lo que parecía ser una sala vacía, estaba completamente oscura. Me tomé mis pocos segundos para retomar el aliento, pese a estar a oscuras, ahora me sentía a salvo. Opté finalmente por encender la luz de la estancia, al hacerlo mi mente no daba crédito a lo que veía. Me encontraba rodeado de miles de ojos penetrantes que no apartaban su vista de mí, tenían ganas de matarme, lo podía sentir, pero lo más raro de todo era que había algo extraño en aquella escena: una de las miradas de mi alrededor me resultaba conocida y lo peor, sabía que conocía aquellos ojos… ¿De quién eran? Concentré todos mis esfuerzos por reconocer al dueño de dichos ojos pero todo fue en vano, ya que en una milésima de segundo, me encontraba debajo de esas extrañas personas que se morían por arrancarme la piel a tiras. Logré dar un grito de socorro, uno de los más altos que en mi vida había logrado articular, pero todo parecía perdido… la vista se me antojaba borrosa y todo me daba vueltas, sólo veía manchas y sombras a mi alrededor y sentía un dolor inexplicable, insoportable… Inaguantable.

Cuando lo di todo por perdido, cuando pensé que mi último suspiro se acercaba, los asesinos que tenía encima salieron disparados uno por uno a una velocidad increíble hasta desaparecer. Estaba demasiado confuso como para poder dar una explicación racional a ello, pero fue en ese mismo momento cuando me di cuenta de lo que acontecía… Una sombra irreconocible se alzaba victoriosa enfrente de un haz de luz que se filtraba por una puerta. La luminosidad era cegadora y la sombra no era descriptible, pero sabía que me había salvado la vida, o al menos lo poco que quedaba de ella. Esta sombra me parecía completamente irreconocible, su presencia era deprimente, me hacía sentir incómodo... Una sensación realmente desagradable. Intenté reunir las fuerzas suficientes para preguntarle su nombre y cómo había hecho que desapareciera toda esa gente, pero mi cuerpo fue incapaz de soportarlo, por lo que se tambaleó suavemente mientras el dolor y el agotamiento se apoderaron de mí para finalmente vencer todas mis fuerzas y dejar que cayese inerte en el suelo mientras mi visión se iba desvaneciendo poco a poco…

Alejandro Palma

No hay comentarios:

Publicar un comentario

personas con algo que decir