sábado, 29 de agosto de 2009

La maldición de mi condición

No podía aguantarlo más. Era un dolor insoportable, una angustia perpetua, como si mi cuerpo estuviese sentenciado a años de prisión por un delito que no había cometido.

-“No puede pasar de hoy, Se lo tengo que decir a los dos, sino, sólo Dios sabe lo que puede pasar.” –Pensaba mientras andaba de un lado a otro en la habitación que me había visto crecer y a la cual había dejado abandonada por una temporada que duró diez años.

-¡Sam, la comida está lista!, ¡Bajad a comer o se os enfriará!

Oí la voz de mi madre proveniente de la cocina, a través de las escaleras.

-¡Sí mamá, ya vamos! –Dije gritando desde la cámara de torturas en la que me encontraba.

¿Cómo se lo diría? No estaba preparado para dar aquel enorme paso tan pronto. Sólo habían pasado dos años desde el descubrimiento de mi nueva orientación sexual y tan solo un año desde que vivía con mi pareja Charles. ¿Cómo se tomarían mis padres esta noticia? Con lo déspota que era mi padre y con lo conservadora que era mi madre…

Mi cuerpo se agitaba cada vez más, ¡No lo soportaba!

-Cariño, tranquilízate, verás como todo sale bien. –Me animaba mi novio desde mi cama, sentado con cara de preocupación. ¿Tanto se me notaba?

-Eso lo dices porque no los conoces, y encima, ¿Cómo pretendes que nada más decírselo, te presente como mi novio?

-Sabes que no te presiono Sam, pero deberías hacerlo hoy… A tu padre no le queda mucho tiempo y en lo que muera, tu madre no tendrá la cabeza para más problemas.

Perfecto, justo lo que necesitaba, que me presionasen más recordándome que mi padre se estaba muriendo de Cáncer.

-Gracias cariño, muy alentador.

-¡Sam, Charles! –Una vez más, mi madre aumentaba mi estado de nerviosismo y precipitaba las cosas a un final que yo creía iba a ser trágico.

-¡Ya vamos! –Contestó él por mí. Se levantó del lecho en el que se encontraba y se acercó a mí para abrazarme. –Tranquilo cariño, lo harás fenomenal. Sabes que se te da bien convencer a la gente de la verdad, por algo eres abogado. –Dicho esto, me besó y se dirigió decidido hacia la puerta, la abrió y me señaló la salida invitándome a seguirla.

Bajamos lentamente por las escaleras de madera adornadas con cuadros y fotos de mi infancia intentando hacer el menor ruido posible. No quería que mi madre se percatase muy rápido de que una vez más nos hallábamos en el pequeño recibidor de casa y que siguiera con sus adulaciones hacia mi “compañero de piso”, pero no nos quedaba otra, por lo que valientemente, inhalé una bocanada de aire la cual casi me marea y entré decidido hacia donde estaba el gran comedor.

Increíblemente, no podía dejar de estar fascinado. Todo estaba exactamente igual que cuando me fui de casa a los dieciocho años. Ahora que tenía diez años más, parecía como si el tiempo nunca hubiera hecho su aparición por aquella casa y que el único que había cambiado era yo.

-¡Por fin habéis bajado! Vuestro padre no podía esperar más. –Pero no podía mentirme, los años si habían pasado por aquella casa, aunque solo afectando a mis padres. Ambos estaban más desgastados que nunca. La cara de mi padre reflejaba tristeza y la de mi madre un perpetuo cansancio. El alma por poco se me rompe en pedazos, pero mi padre intentó animar la velada hablando con el tono más gracioso que podía interpretar.

-Sí chavales, me estoy muriendo de hambre. Cariño, ¿Nos sirves ya? –Era difícil mirarlo a la cara cuando tenía miles de tubos conectados a su cuerpo. Unos para la buena respiración y así evitar la asfixia y otros introducidos en sus brazos mediante agujas para suministrarle los medicamentos necesarios. También tenía parches pegados al pecho para medir su pulso, tensión y demás cosas que miden esos aparatos. Era su primer Día de acción de gracias que pasaba fuera del hospital.

-Claro que sí Peter. Sentaos chicos, ahora vengo con la comida. –Dijo haciendo mutis por la puerta que daba hacia la cocina.

-Bueno Sam, ¿Para cuándo nos presentarás a tu novia?

Charles, que en ese momento estaba bebiendo un sorbo de la limonada casera de mi madre, casi se ahoga. Dejó la copa nuevamente encima de la mesa y pidió disculpas.

-Tranquilo papá, tiempo al tiempo, te la presentaré cuando menos te lo esperes.

-Aquí viene la comida. –Dijo mi madre con un tono cantarín trayendo en manos el gran pavo del Día de acción de gracias en una bandeja que parecía pesar mucho.

-Yo la ayudo señora Parker –Dijo Charles haciendo amago de levantarse.

-Tranquilo cariño, estos sesenta y ocho años me habrán quitado miles de cosas, pero la fuerza aún sigue vigente. Gracias de todos modos. –Hizo una pequeña pausa para recomponerse y empezó a servirnos a todos un trozo de pavo. –Bueno chicos, ¿Cómo están las cosas por la gran ciudad?

-Ya sabes mamá. Miles de atracos día a día, violaciones, asesinatos… Nueva York nunca cambiará.

-Ya veo, sin embargo aquí en Nueva Jersey estamos con una temporada de verdadero relax. –Dijo mi padre incorporándose en la conversación.

-Sí, tu pare tiene razón. Pero bueno, sé que no tengo que preocuparme por nada, estás muy bien acompañado y encima eres uno de los mejores abogados del país.

Pude ver por la rabadilla del ojo como Charles se ruborizaba y bajaba la cabeza hacia su plato, reanudando la cena.

-Bueno, no exageres. Sabes que hay mucha competencia por aquí. Y en cuanto a la compañía… Tienes razón, tengo al mejor… Compañero de piso que jamás haya tenido.

Los ojos de mi madre se quedaron abiertos como platos al ver como miraba a Charles y como él no apartaba, ruborizado, su vista del plato. Mi padre la imitó.

-Vaya, debes sentirte orgulloso, ¿Verdad Charles?

-Sí… La verdad es que yo tampoco me quejo del gran… compañero de piso que me ha tocado. –Dijo levantando por fin su vista del plato.

-Creo que ya va siendo hora de acabar con esta pantomima. -Dije en un arrebato.

-¿A qué te refieres Sam? –Mi padre nuevamente se unía a la conversación después de poder parpadear dos veces seguidas. Finalmente, opté por levantarme de la silla y contarles la verdad.

-Pues me refiero a que… -El silencio se apoderó de la estancia. Mi frente lloraba gotas de sudor, y yo estaba más nervioso que nunca, pero justo en ese momento, Charles se levantó a mi lado y me agarró fuertemente la mano. Dándome ánimos desde el silencio. –… Me refiero a que… No soy lo que creéis.

-Hijo, me estás asustando. –Dijo mi madre con el rostro pálido.

-Tranquilícese señora Parker. No es nada malo. –Me apoyó una vez más Charles. Yo también esperaba que no fuera nada malo para ellos.

-Exacto. La verdad es que… Charles no es mi compañero de piso. Es... mi pareja.

Hubo un tremendo silencio en el comedor en ese momento sin contar con el marcapasos de mi padre, el cual no dejaba de emitir su molesto e interminable pitido intermitente, cada vez más rápido. Éste me quedó mirando con cara sombrada, al igual que mi madre.

Me encontraba realmente nervioso. ¿Y sí moría mi padre por la sorpresa?, ¿Y si a mi madre le daba un ataque al corazón? Nuevamente, la mano de Charles me apretó para tranquilizarme y hacerme volver a la realidad.

-Sí, todo ocurrió hace un año. Descubrí que realmente no me gustaban las mujeres, sino que me gustaban los hombres. Papá, mamá… Soy gay y Charles es mi pareja.

Por un momento todo seguía siendo igual y pensé que podría sobrevivir a aquello… Pero me equivoqué. El marcapasos de mi padre se paró y empezó a emitir un pitido que ésta vez no era intermitente. Todos empezamos a gritar y a ponernos más nerviosos de lo que ya estábamos y a acercarnos a mi padre para ayudarle a volver en sí. No podría soportar que hubiera muerto por mi culpa. Pero mi madre ya me había culpado de ello.

-¡Apartate!, ¡Esto es culpa tuya!, ¡Tú le has matado! Espero que estéis contentos tú y tu amiguito.

Charles estaba con el móvil en mano llamando a la ambulancia y yo estaba al lado del cuerpo inerte de mi padre intentando reanimarlo y que no me dejase, que no se fuese. Todo estaba perdido, a mi padre ya le había llegado la hora. No había vuelta atrás.

-¡Peter! ¡Peter, no te vayas! ¡No me dejes! –Mi madre gritaba con el corazón en un puño.

Yo, inmovil y sin una palabra naciente de mi boca, no paraba de llorar, ni ninguno de los que estábamos vivos en la habitación.

Segundos más tarde llegó la ambulancia para llevarse a mi padre. Fue la última vez que lo vi ya que la siguiente vez que lo hice, estaba entre cuatro tablones de madera y a dos metros bajo tierra...

Alejandro Palma

3 comentarios:

  1. eres la reina del Drammaaaa!! xD

    sabes q me gusta, aunq... =XXX pobre hombre, seguro estas deseando q te pase lo mismo ajaja nah!

    (L)

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  2. demasiado drama diria yo, pero bueno, mola.... aunque ya sabes que la que más me gusta ( no es historia, o sí ? xd en fin ) es la que ibas a presentarla en el ies y eso, te acuerdas? ^^ en fin, te quiero cosa, no me apetece escribir más xD.

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  3. woooowwwwwww no hay palabrasss (K)** m

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